domingo, 4 de marzo de 2012

LA  VISITA

Recibí una llamada de mi querido amigo Dither. Él vive en Tlaxcala y hace mucho tiempo que no lo veo. Lo extrañaba mucho y decidí ir a visitarlo. Abordé un autobús y en tres horas ya me encontraría cerca de su casa. Estaba muy cansada y me quedé dormida. No sentí el paso de las horas y de pronto la voz de un señor me despertó diciéndome que ya habíamos llegado. Ya no había nadie en el autobús y bajé corriendo. Todo me parecía tan extraño... Una vez había ido y la central de autobuses estaba totalmente diferente. Miré mi reloj y eran las dos de la madrugada y se supone que yo llegaría a las diez de la noche. 
Creo que aún no despertaba del todo. Estaba muy distraída. De pronto observé con calma el lugar donde me encontraba. ¡No puede ser! Me había subido al autobús equivocado. Me encontraba en el estado de Veracruz. Me tranquilicé al recordar que traía dinero suficiente para volver a la ciudad pero me llevé una sorpresa al buscar mi mochila. Por bajar corriendo, la dejé en el asiento y el autobús ya se había ido. No traía celular para llamarle a mi amigo. Todo se perdió y las bolsas de mi pantalón estaban completamente vacías.
 Estaba a la mitad de la noche en un lugar que no conocía. Tenía miedo y también frío. No sabía qué hacer. Solo pensaba en la manera de volver a casa. No podía llamarle a Dither porque no me sabía su número telefónico. Me imagino que se quedó esperándome en la central de Tlaxcala y que me habrá llamado mil veces.
Miré a un policía que casi se dormía de pie y me acerqué. Le hablé de mi situación. Esperaba que me ayudara pero solo dijo que aguradara a que amaneciera. Me senté en una banquita y me dormí. Al despertar ya era de día y como necesitaba dinero para el pasaje se me ocurrió pedir una moneda a la gente. Puse mi carita de tristeza y con toda la pena del mundo me dispuse a juntar dinero. Nunca imaginé que sería tan complicado, pues todos me miraban feo y no me daban nada. Después de dos horas solo tenía 20 pesos. De pronto un joven alto, guapo y distinguido se acercó a mí y al verme tan triste me preguntó qué me pasaba. Le platiqué todo. Me dijo que se dirigía al D.F. y se ofreció a comprar mi boleto. Sin dudarlo ni un segundo le dije que sí.

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