lunes, 19 de marzo de 2012

LA NOCHE PERFECTA

Después de no saber nada de Carmelo decidí olvidar todo lo que había pasado ese fin de semana. No quería que él tuviera más problemas por mi culpa. Los días transcurrían muy rápido y yo seguía con mi vida, pero algo inesperado sucedió. El sábado me encontraba en mi casa cuando tocaron la puerta. Eran las diez de la mañana y me encontraba en pijama pero aún así salí a ver quién era. Me llevé una sorpresa al ver que era Carmelo. Yo no recordaba que el último día que lo vi él me llevo a mi casa. Estaba tan galán. Traía en las manos un enorme ramo de rosas. No pude evitar sentirme alagada. Se acercó y me dio un abrazo. Dijo que desde el día que me conoció su vida no era la misma. Que me extrañaba mucho y que deseaba estar a mi lado. Me enseñó su acta de divorcio. Me llené de alegría al imaginarme junto a él. Hablamos durante dos horas. Me invitó a bailar, en la noche pasaría por mí. Después se fue y yo quedé tan feliz que no podía respirar. A las nueve de la noche ya estábamos en el mejor antro de la ciudad. Estaba tan contenta de estar con Carmelo. Todo parecía estar muy bien hasta que se me pasaron las copas.   Cuando  bailábamos tropecé y se rompió el tacón. Fui a caer a la mesa de unos chavos tirando todas las bebidas sobre ellos. No podía levantarme pues ya estaba borracha. Solo escuchaba las risas de toda la gente. Carmelo me miraba con horror. Me ayudó y salimos corriendo del lugar. Fuimos a su departamento y al estar solos en la oscuridad de la noche nos besamos. Creí que él estaría muy enojado conmigo, pero al contrario, estaba muy cariñoso. Sospeché que quería todo conmigo. El problema fue que me quedé dormida. Al día siguiente desperté y lo primero que vi fue a Carmelo. Era tan guapo que no podía creer que desperdicie la oportunidad de estar entre sus brazos. Aunque no me importó mucho, pues sé que vendrán días mejores para disfrutarlos juntos. Espero que esto sea el inicio de un romance largo y verdadero porque no soportaría otra decepción. Le agradezco a la vida por todo lo bueno que me ha dado y por todo lo bueno que esta por venir.



lunes, 12 de marzo de 2012

DESILUCIÓN

Se llamaba Carmelo. Era muy guapo y amable. Yo no entendía cómo alguien tan simpático podía llevar por nombre Carmelo. Después de platicar un momento fuimos a comprar los boletos para regresar a la ciudad de México. Faltaban tres horas para que saliera el autobús. Así que decidimos ir a desayunar. Él no dejaba de hablar y tampoco de reír.  Me sentía muy afortunada de haberlo conocido.
Llegó la hora de abordar el autobús. Nos sentamos juntos y platicamos durante todo el trayecto. Al llegar me pidió que lo acompañara a su casa que se encontraba a dos calles de la central. Dijo que dejaría su maleta y que después me llevaría a mi casa. Me agradó la idea y caminamos hacia su departamento. Todo iba muy bien. De pronto me resbalé con una bolsa de plástico que estaba tirada en el piso y sin poder evitarlo me caí en un charco de agua sucia. Carmelo me ayudó a levantarme y yo solo quería desaparecer. Me lastimé el tobillo y me dolía mucho pero no quería que él lo supiera y continúe caminando.
Al llegar al departamento dijo que pusiera mi ropa en la secadora y me ofreció una bata para que la usara. Eso hice y nos sentamos en el sofá a descansar. No podía dejar de mirarlo. Era encantador y no tenía ningún defecto. Se acercó a mí y sin decirme nada me besó. No pude resistirme o tal vez no quise. Sabía que nada nos iba a detener. Estábamos besándonos y de pronto alguien abrió la puerta. ¡No podía creerlo! Una chica entró y comenzó a gritar como loca. Yo no sabía qué hacer y quise ir por mi ropa pero ella me jaló del brazo y me sacó del departamento. Me encontraba en bata, sin zapatos y sin dinero. No podía hacer nada.
Después de media hora la joven salió muy enojada y se fue. Era la esposa de Carmelo. Él salió y se disculpó pero a mí no me interesaban sus disculpas. Entré a vestirme y le pedí que me llevara a mi casa. Me dijo que se estaba divorciando y que no quería perderme. No respondí. Solo le indiqué la dirección y partimos en silencio. Al llegar a casa bajé del auto y sin decir ni una sola palabra me marché. Aún no logro entender por qué no fue sincero conmigo.

domingo, 4 de marzo de 2012

LA  VISITA

Recibí una llamada de mi querido amigo Dither. Él vive en Tlaxcala y hace mucho tiempo que no lo veo. Lo extrañaba mucho y decidí ir a visitarlo. Abordé un autobús y en tres horas ya me encontraría cerca de su casa. Estaba muy cansada y me quedé dormida. No sentí el paso de las horas y de pronto la voz de un señor me despertó diciéndome que ya habíamos llegado. Ya no había nadie en el autobús y bajé corriendo. Todo me parecía tan extraño... Una vez había ido y la central de autobuses estaba totalmente diferente. Miré mi reloj y eran las dos de la madrugada y se supone que yo llegaría a las diez de la noche. 
Creo que aún no despertaba del todo. Estaba muy distraída. De pronto observé con calma el lugar donde me encontraba. ¡No puede ser! Me había subido al autobús equivocado. Me encontraba en el estado de Veracruz. Me tranquilicé al recordar que traía dinero suficiente para volver a la ciudad pero me llevé una sorpresa al buscar mi mochila. Por bajar corriendo, la dejé en el asiento y el autobús ya se había ido. No traía celular para llamarle a mi amigo. Todo se perdió y las bolsas de mi pantalón estaban completamente vacías.
 Estaba a la mitad de la noche en un lugar que no conocía. Tenía miedo y también frío. No sabía qué hacer. Solo pensaba en la manera de volver a casa. No podía llamarle a Dither porque no me sabía su número telefónico. Me imagino que se quedó esperándome en la central de Tlaxcala y que me habrá llamado mil veces.
Miré a un policía que casi se dormía de pie y me acerqué. Le hablé de mi situación. Esperaba que me ayudara pero solo dijo que aguradara a que amaneciera. Me senté en una banquita y me dormí. Al despertar ya era de día y como necesitaba dinero para el pasaje se me ocurrió pedir una moneda a la gente. Puse mi carita de tristeza y con toda la pena del mundo me dispuse a juntar dinero. Nunca imaginé que sería tan complicado, pues todos me miraban feo y no me daban nada. Después de dos horas solo tenía 20 pesos. De pronto un joven alto, guapo y distinguido se acercó a mí y al verme tan triste me preguntó qué me pasaba. Le platiqué todo. Me dijo que se dirigía al D.F. y se ofreció a comprar mi boleto. Sin dudarlo ni un segundo le dije que sí.