lunes, 27 de febrero de 2012

CLASES DE MANEJO



Hace algunos meses Alfonso me enseñó a manejar. Todo iba muy bien. Después de varias semanas de práctica logré controlar mis miedos. Una tarde Alfonso me pidió que llevará la camioneta a su casa. Era un trayecto del D.F a Tlalnepantla. Nunca había manejado sola y me temblaban las piernas pero no quise negarme. Me indicó la ruta que tenía que seguir y se fue. 

Comencé con un poco de temor pero poco a poco tuve confianza en lo que estaba haciendo. Puse mi canción favorita en la radio. Me sentía importante hasta que sin darme cuenta me salí de la ruta. No sé en qué momento me perdí. Había pasado anteriormente por el camino que tenía que seguir y cuando no vi nada conocido me llené de terror. No sabía que lo peor estaba por venir. Al pasar por una gran avenida noté que estaba cerca de un parque. De pronto escuché el grito de una señora y sentí que algo pasaba por las llantas. Frené y el automóvil que venía atrás de mí se estampó contra la camioneta.

No podía creer lo que me estaba sucediendo. Bajé de prisa y vi que un perrito estaba atropellado justo debajo de la camioneta de Alfonso. El claxon de todos los autos me hizo mirar hacia atrás. Pude ver que cinco autos chocaron por mi culpa. Provoqué una carambola y ahora toda la gente me miraba de una forma terrible. La dueña del perro se acercó llorando y los conductores también bajaron de sus autos. Una patrulla se acercó y me pidió mi licencia para conducir. Casi me pongo a llorar, pues la busqué por todos lados y no la traía. La camioneta no tenía seguro y se la llevaron al corralón. 

Tuve que abordar un microbús para llegar a mi destino. En todo el camino no dejé de pensar en el pobre perrito y en la cantidad de dinero que tenía que pagar por los daños a los demás autos. Alfonso me esperaba en su casa. Se enteró del accidente en las noticias. Estaba furioso y yo solo pensaba en el perro que atropellé. Él tendrá que pagar todos los daños porque es el dueño del vehículo y sabe que no tengo dinero para hacerme responsable. Esta vez  le salió muy caro confiar en mí.

domingo, 19 de febrero de 2012

LOS RECUERDOS


El día pasa tan lento que quiero gritar que se termine ahora mismo. Por la mañana discutí otra vez con Alfonso. Se me ha hecho costumbre pelear con él cinco días a la semana, pero esta vez la situación se puso peor. Entre insultos y palabras hirientes perdí el control y sin darme cuenta le pegué en la cara. Él solo gritó que me bajara de su auto. Dijo que no quería volver a verme. No tuve otra opción. Bajé del coche y me dirigí a la escuela. Todo el día estuve distraída y triste.
Al caminar por uno de los pasillos del Edificio F encontré tirado en el piso un anuncio que decía: "borramos cualquier recuerdo de su mente". Era publicidad de una clínica que prometía borrar cualquier cosa que uno quisiera olvidar y lo mejor eran los precios tan accesibles. En la parte posterior tenía la dirección. Estaba un poco lejos pero me moría de curiosidad por saber de qué se trataba. Al terminar las clases salí corriendo de la escuela y abordé un autobús. Después de dos horas de camino me encontré en un lugar solitario.
El clima era frío y yo sentía un mucho miedo. Al cabo de unos segundos pude distinguir un edifico viejo y descuidado. Entré y una señorita me recibió. A los cinco minutos ya me encontraba hablando con el doctor. Me dijo que usaba una técnica que nadie conocía. Que después de años de investigación él era capaz de borrar de la mente los recuerdos de cualquier cosa. Sin pensarlo, dije que quería borrar de mis recuerdos a Alfonso, pues, estar a su lado solo me causaba problemas y mucho dolor.
El tratamiento duró tres días. Primero tuve que buscar todas las cosas que me recordaran  que Alfonso existía. Al siguiente día regresé a la clínica con una caja enorme con todos los peluches y regalos que Alfonso me había dado a lo largo de tres años de relación. Esa noche un grupo de especialistas se encargargó de borrar de mi mente todos los recuerdos que me hacian daño.  Cada momento que pasé junto a él se fue desvaneciendo.
Por la mañana desperté con un terrible dolor de cabeza. Todo parecía normal. La vida seguía igual que siempre. Ahora estoy feliz pero siento un enorme vacío en mi corazón.

lunes, 13 de febrero de 2012


LA ALBERCA DE OLAS

El día estaba muy soleado. Preparé mi maleta con las cosas necesarias para el paseo.  A las nueve de la mañana ya me encontraba con toda mi familia en el estado de Hidalgo. El plan era pasar todo el día en un balneario para poder divertirnos y al mismo tiempo descansar. Todo marchaba bien. Después del desayuno y de ubicarnos bajo un buen árbol todos se disponían a entrar a las albercas. Me aparté de los demás y me senté a leer un libro. No tenía muchas ganas de entrar al agua pero al poco tiempo mi sobrinito fue por mí para que lo acompañará a la alberca de olas. Aunque había un problema: no sé nadar.

Eso me frustra un poco porque he intentado aprender pero me da miedo. No pensé mucho en esa situación y me aventuré a las olas. Compré un salvavidas enorme en forma de tortuga, pues no quería correr ningún riesgo. Entré a la parte más profunda de la piscina. Era muy divertido sentir el movimiento brusco del agua que me lanzaba de un lado a otro. Estuve casi una hora jugando con la tortuga inflable hasta que algo terrible pasó. Un joven que estaba cerca se abalanzó sobre mí y solo pude sentir un golpe en la cabeza.

En cuestión de segundos yo estaba en el fondo de la piscina intentando salir pero todos mis esfuerzos eran en vano. Aún no logró recordar qué sucedió después de eso. De pronto abrí los ojos. Ya me encontraba fuera del agua. Pude distinguir a mis padres entre la multitud. Todos de miraban de manera extraña. Me puse de pie y caminé a la tienda de campaña en donde se encontraban mis familiares. No puedo creer que me estaba ahogando en la alberca de olas. Casi muero y todo por  la culpa de un salvavidas de mala calidad. Me alegro que haya sido una piscina y no el mar porque entonces no sé si estuviera escribiendo esto. El resto del día se hizo eterno. Nunca supe quién me salvó la vida me hubiera gustado decirle: “Gracias”.

Quería que dieran las seis de la tarde para emprender el camino de regreso a casa. Fue una mala experiencia que quiero olvidar pronto.Esa noche no me fue posible dormir, pues no dejaba de pensar que en un instante casi dejo de existir. Afortunadamente,todo se quedó en un buen susto.


domingo, 5 de febrero de 2012



UN DIA ESPECIAL



Faltan pocos días para mi cumpleaños número 23. Estaba feliz porque tenía muchos planes para festejar, pero como siempre alguien tiene que arruinar todo. Creo que este año no será diferente al anterior. Hace un año me dió por llorar todo el día tal vez porque conforme pasan los años me doy cuenta de que todo sigue igual y que no he avanzado para ningún lado simplemente estoy en el mismo lugar, con la misma gente y haciendo las mismas cosas. Eso me pone a pensar demasiado.
Y se llegó el día. Un día como cualquier otro sin nada interesante por hacer,  problemas con mi novio y cosas malas que se habían acumulado en la semana. Creí que Memo me llamaría mínimo para felicitarme pero no lo hizo y me enoja tanto seguir pensando en él. Iba camino a casa cuando algo inesperado sucedió. A lo lejos vi a un amor del pasado. Pensé en acercarme y hablarle pero los nervios no lo permitieron. Todo pasó tan rápido que no me dí cuenta que al cruzar la calle estábamos frente a frente. Me miró fijamente y me dió un abrazo diciendo que le daba mucho gusto verme .Yo no sabía cómo actuar pero las cosas sucedieron solas. Dijo que estaba libre toda la tarde y me invitó a dar un paseo. No lo pensé mucho y acepté. La tarde pasó volando entre risas y no me dí cuenta de que eran casi las siete de la noche y me llevaría más de una hora regresar a casa. Nos despedimos y acordamos vernos pronto. De repente el teléfono empezó a sonar. Era Alfonso estaba muy molesto pues tenía mucho tiempo esperándome en mi casa.  No pensé que iba a ir pues estábamos enojados y casi corriendo me dirigí hacia mi inesperado destino.
Al llegar allí estaba Alfonso con cara de enojado, con un enorme pastel de chocolate y la cadena que yo quería desde hace algún tiempo. Se me caía la cara de vergüenza pues se encontraba toda mi familia, él los había llamado para que fueran a festejar conmigo y en un segundo todos me estaban cuestionando el motivo del retraso. No sabía que decir y mejor no dije nada.
Alfonso se fue sin decirme nada y sin darme mi regalo. Creo que nunca olvidaré este día. Después de todo no tuvo nada de especial.